¿Qué me llevo a un concierto (en 2016)?
Hoy quiero contar qué bártulos me suelo llevar a un concierto. Repito que esto es personal de cada uno, y cada cuál trabaja a su manera, así que yo os voy a contar la mía, al menos a la hora de tomar las fotos.
Lo primero de todo es, obviamente, el cuerpo:
En su momento me compré la Canon EOS 60D, hará unos 2 ó 3 años. En su momento era una buena cámara, de la gama semi-profesionales, y teniendo en cuenta que la anterior era una Canon 1000D, el salto fue brutal.
La verdad es que no está nada mal. Si eres aficionado y por curiosidad, quieres experimentar más y forzar un poco más la cámara (con la ISO lo he notado bastante, ya que con la 1000D no podía forzarla demasiado), sin duda es un buen cuerpo con el que jugar y experimentar cuanto se nos pueda ocurrir. Pero, sinceramente, a mí ya se me empieza a quedar corta y necesito algo más. Sobretodo en el momento de pasar la ISO a más de 1600, en condiciones de poca luz, muchas veces no puedo salvar muchas fotografías por el maldito ruido que aparecen en ella y que es imposible, muchas veces, de disimular o hacerlo más discreto. Pese a que hoy en día el grano se esté poniendo de moda nuevamente…
El segundo de mis esenciales hoy por hoy es el Canon 24-70mm f2.8:
Hacía muchos años que iba tras este objetivo. Desde que empecé a interesarme por el mundo de la fotografía musical, y comencé a indagar sobre qué objetivos eran mejores y sobre todo, qué objetivos llevaban mis fotógrafos favoritos y, en su momento, hablaban lindezas sobre este. Hay una versión más renovada y nueva de este objetivo, pero los dineros no dan para más y una de las mayores inversiones que he hecho en esta vida ha sido para comprar este de segunda mano.
La verdad es que lo compré de pura casualidad, cada semana entraba en eBay a mirar las ofertas de este objetivo, hasta que lo encontré MUY bien de precio (a como está normalmente, ya me entendéis) y, ya que tenía un dinerito ahorrado, no encontré mejor ocasión que esa para comprarlo.
La verdad es que estoy feliz de la vida con él. El único ‘pero’ que puedo ponerle es que pesa bastante, pero siendo un ‘todoterreno’, la verdad es que es una gozada de objetivo.
Para mí, que suelo fotografiar en salas pequeñas y muy cerquita del escenario, la verdad es que me va genial. Quizás me falta un poco de angular, pero es la única pega que le puedo poner. Además del enfoque, que es increíblemente rápido… Sólo puedo decir cosas bonitas de él, está claro.
Lo siguiente no es de mis esenciales pero me ha sacado del apuro alguna vez:
Como ya digo, no es de mis esenciales. Y si puedo dejarlo en casa, mejor que mejor.
Es uno de los mal llamados ‘pisapapeles’, al menos de los pisapapeles que tengo en mi colección de objetivos. La verdad es que no lo suelo utilizar mucho, porque la luminosidad de este Tamron AF 70-300mm f4-5.6 es baja, al menos en las condiciones de poca luz, pero para ser una de las baratijas de el mundo de los objetivos, la verdad es que me hace el apaño.
Raramente he puesto el objetivo a 300mm, a no ser que me encuentre realmente lejos del sujeto, pero para los primeros planos suele portarse bastante bien. Además es ligero, cosa que yo agradezco bastante y mi espalda, la que más. La verdad es que esta es una cosa que suelo tener bastante en cuenta porque yo, que siempre ando con dolores (ligeros) de espalda, y no tener que portar un mastodonte colgado del cuello, siempre es de agradecer. Así que también tiene puntos a favor, no todo va a ser malo.
Lamento decir que, en el momento que pueda, seguramente me desharé de él pero, con la mano en el corazón, puedo decir que me ha hecho muy feliz y que me ha sacado unas fotos realmente estupendas y con un manejo realmente fácil.
Y por último, y no menos importante…
¡La gran Canon G16!
Desde luego, que siempre (siempre, siempre) que puedo la llevo dentro del bolso. Para mí se ha convertido en un esencial antes de salir de casa (junto a la Olympus mju II de carrete que siempre llevo encima).
Tiene un objetivo luminoso, es ligera, pequeñita y, muy importante, tira las fotografías en RAW. He grabado vídeos, he hecho fotografías en ráfaga, he fotografiado de día y de noche y de verdad, es una auténtica maravilla. Incluso, muchas veces, para no ir cargada, he preferido llevármela antes que la grande.
Sí que es verdad que estoy más limitada con esta cámara, ya que el ZOOM apenas lo utilizo porque no me llega a agradar del todo el resultado final, o que poner una ISO más allá de los 800 es casi un suicidio porque luego no hay quien salve esa cochinada, pero de verdad, da igual, porque es increíblemente ma-ra-vi-llo-sa.
Y, obviamente, y como he puesto en el fantástico collage del principio, la tarjeta de memoria. En este caso una de 32 gb (perdonad que no ponga foto como en los casos anteriores…, espero que podáis perdonarme) y, en el monedero, otra tarjeta, por si las moscas. En mi caso es una de 16gb, pero que llevo por si a caso, aunque de momento, solo he tenido que recurrir a ella un par de veces, nada más.
Y eso es todo, amigos. Cuando he acabado de escribir el post he pensado: “¿Por qué no lo publico por partes así no queda tan largo?“, pero mira, ‘from lost to the river’ y que sea lo que tenga que ser…
¡Gracias por leerme!
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